Publicado en la edición impresa del Diario de León el 28 de abril de 2017.
El dopaje es la principal lacra del deporte profesional y su comercialización impuso el establecimiento de reglas para un juego limpio. En consecuencia, se diseñó un sistema de control «permanente» respecto de los deportistas durante todos los días del año, cuestionado por los tribunales y parte de la doctrina científica por vulnerar sistemáticamente su derecho a la intimidad. De este modo, mediante esa localización las agencias antidopaje disponen del deportista para materializar los controles no previstos y detectar la ingesta de sustancias prohibidas que alteren los resultados deportivos. Si se ha diseñado un sistema de control exhaustivo sobre los deportistas durante los periodos de no competición, donde su intimidad queda a merced de las agencias antidopaje, en las más altas competiciones, como son los Juegos Olímpicos, se procede igualmente a la toma de muestras de los deportistas y se conservan con el fin de ser reanalizadas en cualquier momento, pero siempre dentro del plazo de diez años a contar desde la recogida. Se pretende que en este periodo las mejoras tecnológicas en los equipos de análisis permitan hallar sustancias prohibidas que al tiempo de la toma de muestras eran imposible de detectar.
Si el fin teórico de la lucha contra el dopaje es apartar a los deportistas que rompen las reglas del juego y, en consecuencia, ponen en riesgo su salud, la práctica se complica en perjuicio de los deportistas que compiten limpiamente, siendo Lidia Valentín un ejemplo de oportunidades perdidas en el mundo deportivo. La deportista berciana una vez celebradas las pruebas de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, Londres 2012 y Río 2016, consiguió, en la categoría DE 75 kilogramos, la quinta, cuarta y tercera posición respectivamente, lo que implica que, en una sola de esas ocasiones, en Río 2016, subió al podio a recibir el metal. Recibir esta medalla, siendo la competición estrella a nivel mundial, tiene unos importantes beneficios en la obtención y mantenimiento de las becas ADO. Si se atiende al Programa ADO Río de Janeiro 2016 se establece una remuneración en forma de beca por la consecución de un bronce en pruebas individuales de 27.000 euros de parte fija y 18.000 euros como variable. Por lo tanto, este mérito le aporta la suma de 45.000 euros para preparar sus nuevos retos deportivos.
La halterofilía se ha visto machacada por la lacra del dopaje y el Comité Olímpico Internacional (COI), en un movimiento planeado, aunque dilatado en el tiempo, descalificó, primeramente, a la deportista rusa, bronce en los Juegos de Pekín 2008. Posteriormente descalificaría al podio en conjunto de Londres 2012 otorgando un virtual oro a Lidia Valentín. Finalmente, haría lo propio con la china que consiguió el oro en Pekín 2008 y la bielorrusa que obtuvo la cuarta plaza, otorgando virtualmente a la deportista kazaja el primer puesto y la plata a la española. La conservación de las muestras durante diez años está diseñada para ser reanalizadas bajo las nuevas técnicas de detención ofrecidas por los avances científicos. Sin embargo, estas deportistas sancionadas utilizaron sustancias perfectamente detectables por las administraciones antidopaje al tiempo de celebrarse las pruebas. Por lo tanto, la dilación en el tiempo ha perjudicado, de nuevo, a los deportistas limpios.
Perdida la oportunidad de subir al podio, el sistema de entrega de la gloria olímpica no está reglamentado, pese a los diferentes precedentes. El también leonés Manuel Martínez, ex lanzador de peso, obtuvo el bronce en los Juegos de Atenas 2004 tras la descalificación del primer clasificado, el representante ucraniano, por dar positivo en un nuevo análisis de las muestras tomadas ocho años atrás. El ex lanzador de peso se tuvo que conformar con el reconocimiento en la gala celebrada con motivo del fin de año deportivo por el Comité Olímpico Español, puesto que no pudo obtener la parte proporcional de las becas a deportistas profesionales por tal merecida medalla. Sin embargo, no en todos los ámbitos es igual, fuera del ámbito olímpico, la Unión Ciclista Internacional (UCI) respecto de los títulos de Lance Armstrong obtenidos en los Tour de Francia celebrados entre 1999 a 2005 declaró desiertas las victorias.
A día de hoy, el palmarés publicado por el COI solamente hace referencia a la plata de la kazaja Alla Vazhenina y ni si quiera menciona la existencia de la prueba de halterofilia en 75 kilogramos en Londres 2012. No obstante, se puede presumir que el COI actuará en consonancia con sus precedentes, otorgando la correspondiente clasificación a la deportista berciana.
Las oportunidades perdidas de Lydia Valentín son irrecuperables. No existe la posibilidad de exigir responsabilidad a un comité que pudo haber obtenido los positivos de las deportistas durante la celebración de los correspondientes Juegos Olímpicos. Y, respecto de las Becas, configuradas como un sistema tendente a potenciar al deportista con base en los resultados obtenidos, tampoco se prevé la posibilidad para recuperar el importe conforme a su nueva clasificación.
El dopaje es un lastre para el resto de deportistas. Así queda patente en la invitación concedida por Mutua Madrid Open a Sharapova, sancionada por positivo en un control de dopaje, en detrimento del resto de tenistas de la WTA. Las oportunidades perdidas son consecuencia de un sistema obsoleto, que restringe la libertad del deportista y premia al que mejor vende.